Vivimos en una sociedad donde monetizar cualquier cosa es válido, desde la receta de la abuela hasta el dedo gordo del pie. Claro, esto también plantea la pregunta: ¿es un signo de empoderamiento o simplemente la consecuencia de una economía desesperada? Probablemente ambas cosas, pero vaya que es efectivo. Por cierto, si ves a alguien que siempre está de vacaciones en playas paradisíacas, sin explicar cómo paga el alquiler... no preguntes. A veces, la economía del contenido es más rentable que la de las oficinas. 

Lo que está claro es que el mundo ha cambiado, y ahora no solo vendemos nuestro tiempo, sino también nuestra personalidad (y quizás algo más). ¿Nos estamos volviendo más creativos o simplemente más audaces? Quién sabe, pero el espectáculo sigue, y parece que todos tenemos un asiento en primera fila.